domingo, 18 de septiembre de 2011

Madres posesivas



La relación simbiótica que se establece entre una madre y su hijo puede llevarla a experimentar sentimientos de pertenencia muy fuertes. Dando vida a otro ser, ella siente como si se desdoblara. Pero ese desdoblamiento no existe más que en su fantasía, pues desde el mismo momento de la concepción, el ser que ella acogió en su vientre gozó de entidad propia. Un ser diferente tanto de su madre como de su padre, por mucho que se le parezca. El deseo inconsciente de muchas mujeres de dar a luz un bebé que les pertenezca en exclusiva es una realidad. Entender esta situación y aceptarla para mejor combatirla es de vital importancia.










Cuando nace, el bebé es capaz de reconocer a su madre por la voz y el olor. Con ella está mejor que con nadie: ella le da su leche, su calor, su afecto. Por su parte, al dar a luz, la madre se siente como vacía. Extenuada física y psíquicamente. Responder a las demandas del bebé le resulta trabajoso. Y más si es primeriza: está cansada, tensa, se siente inexperta y confusa respeto al trato con el recién nacido. “Las primeras semanas fueron tan difíciles para mí que empecé a dudar de mi capacidad para ser madre. En la calle, observaba a las mamas con sus bebés más mayores con envidia y admiración: ellas sí habían estado a la altura de las circunstancias…”, recuerda una mamá.









Pero pronto, la situación evoluciona. La madre empieza a entablar con su bebé una relación muy especial. Y en la mayoría de los casos, bastante exclusiva. El se ha convertido para ella en el centro del universo y el objeto de todos sus intereses o preocupaciones. “Más de una vez, me llegué a sentir incómodo con los amigos que venían a vernos. Mi mujer no era capaz de hablar de otra cosa que no fueran partos, bebés, biberones y pañales”, comenta un papá. El mundo se ha reducido de tal manera que convivir con ella resulta un tanto sofocante para quienes no tienen hijos. Y su total entrega al bebé puede convertirse en un motivo de celos para el joven padre que apenas reconoce a su compañera de antes.










La madre y el bebé viven un auténtico idilio. Delegar en el padre o en algún otro familiar las tareas de la crianza no suele ser de su agrado. Volver al trabajo puede que le cueste un gran esfuerzo. Su vida profesional ha pasado a un segundo plano en beneficio de la relación con su bebé. Lejos de él, está a disgusto. Se preocupa… ¿No le faltará de nada? ¿Estará tan bien atendido como con ella? “Mi madre me hizo notar que cuando llegaba a casa después del trabajo, lo primero que hacía era quitarle la chaqueta a mi hija diciendo que tenía mucho calor. En realidad, quien tenía calor era yo porque volvía en bicicleta”, cuenta Alejandra. Con esta inocente conducta, Alejandra expresaba sentimientos más profundos: su secreto convencimiento de que sólo ella era capaz de entender a su hija y de cuidarla.





¿Se deduce de esto que es una madre posesiva? De ninguna manera. Durante el primer año, el bebé necesita protección y muchos cuidados. La actitud de su madre es la adecuada. Pero esa actitud ha de evolucionar porque el bebé está “programado” por la naturaleza para convertirse en un ser sociable. Además, la finalidad de todo proceso educativo es enseñar a vivir con autonomía.




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