domingo, 18 de septiembre de 2011

Los hábitos y conductas higiénicas deben fomentarse desde la infancia

Además de aprender a ser organizados y tolerantes, estas rutinas permiten que los niños se protejan de las infecciones.





La cortesía es la capacidad que tiene el ser humano para ponerse en el lugar de otro ser, de respetarlo y tratar de entenderlo por su condición. Los fundamentos básicos de esta son la amabilidad, la educación y la higiene, dice Bárbara Lee, comunicadora social, especialista en etiqueta y protocolo.






Por eso, desde pequeño hay que enseñarle al niño a ser cortés. Pues, a partir de allí, “se va a derivar todo el estandarte para aprender a relacionarse con los demás”, señala.





En este sentido, la higiene se convierte en un hábito fundamental para lograr vivir en sociedad, para ser tolerante y para respetar el espacio y la condición de las otras personas. Además, los hábitos de limpieza son la primera línea de defensa contra las enfermedades contraídas por bacterias y agentes infecciosos.







Conductas higiénicas

Son aquellas que tienen como objetivo mantener las condiciones de aseo y limpieza para favorecer la salud y el bienestar de niños y adultos. Es importante adquirirlas desde la infancia, porque esta es la etapa más propicia para crear hábitos.






“Desde que son bebés, se les enseña a regular sus necesidades y sus momentos fisiológicos. Una vez el infante adquirió y desarrollo el control de esfínteres, se les enseña la rutinas relacionadas con ir al baño”, dice María Fernanda Melo Riveros, psicóloga y miembro del Colegio Colombiano de Psicólogos (Colpsic).





En adelante y conforme el grado de maduración del niño –añade– se enseñan conductas más complejas como bañarse, asearse el pelo y los genitales, lavarse los dientes, etc.





El aseo relacionado con el vestuario y la presentación personal se generan después. “Para promoverlo nos basamos en el entusiasmo que los niños presentan por tener su uniforme lindo cuando empiezan su etapa escolar”, dice María Fernanda.






¿Cómo fomentarlas?

“Hay que enseñarles a los niños que deben apersonarse de sus elementos; hay que mostrarles lo bonito que se ven cuando estamos limpios y por qué nos sentimos mejor”, señala Lee.





Los padres son quienes deben apersonarse del tema y dar ejemplo. Según la psicóloga, este “no consiste solamente en mantener un hogar aseado y limpio, sino en enseñar mediante el aprendizaje por observación, cómo se realizan las rutinas y con qué regularidad se deben desarrollar”.





Por ejemplo, los niños pueden observar, paso a paso, cómo es el lavado de dientes, mientras el padre explica en qué consiste este hábito. Si el pequeño logra entender el procedimiento, puede ser premiado a través de una muestra afectiva.






Otra manera de estimular las conductas es colocar los elementos de aseo en un lugar accesible. Por ejemplo, las bolsas para la ropa sucia en la habitación o cerca de la lavadora, el kit de baño en la ducha, etc. Es beneficioso, además, que tengan sus propios elementos higiénicos y que se hagan responsables de su cuidado.





Las jornadas de higiene deben ser placenteras. “No se trata de imponer normas invasivas; se trata de proponer planes para que disfruten el momento de limpiar. Por ejemplo, los arreglos en la habitación hacen que afiancen su espacio y tengan sentido de higiene y decoración”, afirma la especialista.





Tampoco es necesario relacionar estos momentos con actos de violencia o chantajes, pues los pequeños se acostumbrarán a hacer sus labores para evitar regaños y no por satisfacción personal.





Finalmente, “es importante saber que los niños realizan la conducta higiénica antes de enseñarles una de mayor complejidad. Por ejemplo, mal haríamos en decirle a nuestro hijo que se bañe solo, si todavía no ha aprendido las conductas relacionadas con la evacuación (tirar la cadena, lavarse las manitos, etc.). Puede sentirse sobreexigido y percibir que sus esfuerzos no son apreciados por sus padres”, puntualiza la psicóloga.






Consejos prácticos

Bárbara Lee, comunicadora social, especialista en etiqueta y protocolo, señala las siguientes recomendaciones para que los padres fomenten las conductas higiénicas:

• Acostumbrar al niño al baño diario. Es importante enseñarles a exfoliarse; a partir de los 3 años, la mamá puede guiar esta práctica.

• Hacer jornadas de aseo. Es decir, aprender a organizar las prendas de vestir diariamente, especialmente la ropa íntima y las medias.

• Establecer lugares específicos para guardar las pertenencias.

• Establecer rutinas sencillas. Por ejemplo, el niño puede lavar sus cordones en el lavamanos.


• Organizar una jornada de limpieza de zapatos, mínimo una vez por semana. Por ejemplo, los zapatos de cuero se pueden limpiar, por dentro, con una toalla humedecida (en una solución de cloro y agua).

• Cuidar las cosas ajenas. Deben pedir permiso para entrar en los espacios de otras personas, y dejar estos elementos tal y como los encontraron.





Efectos no deseados

Evadir el tema de las conductas higiénicas en la crianza, según la psicóloga María Fernanda Melo, puede generar estas consecuencias en los pequeños:

• Dificultad para socializar con sus pares en su entorno social y escolar; pueden ser centro de rechazos y burlas.

• Insatisfacción de logro y de cumplimiento de objetivos que fortalecen la autoestima.


• Para los padres, la principal consecuencia es un deterioro en la relación con sus hijos por los constantes regaños y castigos, necesarios para que ellos realicen están conductas
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